APUNTES LITERATURA / 4º ESO


LITERATURA ESPAÑOLA DEL SIGLO XIX:


  • Primera mitad de siglo: Neoclasicismo y Romanticismo.
  • Segunda mitad: Realismo, Naturalismo y Posromanticismo.

EL ROMANTICISMO

Movimiento ideológico, cultural y artístico que surge en Europa a finales del XVIII en oposición a las posturas racionalistas y normativas de la Ilustración y el Neoclasicismo.
Si la diosa de la Ilustración fue la razón, la del movimiento romántico será la libertad: la libertad de la emoción, la libertad de lo irracional, la libertad en lo vital y en la expresión.

Tiene sus antecedentes en Gran Bretaña y en Alemania (de la mano del Sturm und Drang, literalmente "tormenta y pasión", que toma como inspiración fundamental para la creación el sentimiento subjetivo y no la racionalidad ilustrada) en la segunda mitad del siglo XVIII. El máximo exponente alemán del movimiento prerromántico, en el ámbito literario, es Johann Wolfgang von Goethe.


Rasgos generales del Romanticismo

La libertad es el elemento distintivo e imprescindible para el ser humano, especialmente para el artista:

Libertad ética, con un marcado respeto al individualismo y a las características particulares de los distintos grupos sociales.
Libertad política que propugna el estado liberal, que defiende los derechos de los ciudadanos.
Libertad creativa en la actividad artística, despreciando las normas clásicas, aunque no rompiendo completamente con ciertas reglas. Se da especial importancia al genio creativo y a la inspiración, y se pone el acento en la originalidad y la singularidad de la obra.

Hay, pues, una manifiesta defensa de la idiosincrasia particular de los individuos, los grupos sociales, las naciones... Esto se traduce en una exaltación del yo y el nosotros.

El yo de las emociones intensas, de la frustración existencial por apuntar a altísimos ideales que no se corresponden con la cruda realidad.

Y junto al yo, el nosotros: los rasgos peculiares de los pueblos, los nacionalismos, las costumbres y fiestas tradicionales en lo que tienen de rasgo característico y diferenciador. Y, por supuesto, las lenguas vernáculas y las literaturas de color local.

Todas estas emociones y la rabia de la frustración se trasladan a una naturaleza salvaje, indomable, atormentada, libre.
Frente al jardín domesticado del Neoclasicismo ilustrado, el siglo XIX irrumpe con mares bravíos, tormentas desatadas, grandes montañas vertiginosas, amaneceres y atardeceres arrebatados, noches misteriosas, tétricos cementerios...

Este afán por la diferenciación provoca la rebelión contra la sociedad, que lleva al elogio de los marginados: piratas, mendigos, prostitutas...

Y el desencanto hace que las miradas se vuelvan hacia el pasado (la Antigüedad y la Edad Media sobre todo) y hacia lejanas geografías (Oriente, América...) o hacia el ámbito de lo fantástico, lo sobrenatural, lo misterioso, el más allá... Es el momento en que, por ejemplo, nacen muchos de los monstruos que protagonizarán la literatura de terror o de ciencia ficción: Frankenstein, vampiros como Drácula, etc.


EL ROMANTICISMO LITERARIO ESPAÑOL

En España el romanticismo aparece en torno a 1830 y presenta dos líneas un tanto diferentes aunque con elementos comunes: un romanticismo liberal más progesista y otro tradicional más conservador.

Representantes del romanticismo liberal serían José de Espronceda (sobre todo en poesía); Ángel Saavedra, más conocido como duque de Rivas (en teatro); y Mariano José de Larra (en prosa).

Del romanticismo conservador nos interesa sobre todo la figura de José Zorrilla.


Rasgos del romanticismo literario:
  • Subjetivismo: exaltación del yo poético.
  • Huida del mundo: la realidad no responde a sus expectativas, lo que provoca descorazonamiento y desesperación, que lleva a la evasión y, en casos extremos, al suicidio. Ya hemos mencionado la evasión en el espacio (geografías lejanas) y en el tiempo (el pasado remoto).
  • Nacionalismo (frente al cosmopolitismo de la literatura y el arte de otros países): recuperando temas de la épica local, tradiciones, folclore..., y las lenguas nacionales y regionales.
  • Antineoclasicismo: que se traduce en la rebelión contra las normativas y reglas literarias clásicas:
    •      Se rompen las fronteras entre géneros.
    •      Se mezcla lo trágico y lo cómico.
    •      Se mezcla la prosa y el verso.
    •      Se trabaja la polimetría.
    •      Se instauran los temas y los personajes sórdidos, de "mal gusto".
  • Se incluyen elementos del cristianismo, que les interesa a los escritores del momento por tres motivos:
    •      Por los valores tradicionales que fomenta.
    •      Por su defensa de la libertad y la dignidad humanas.
    •      Por lo pintoresco, "exótico" y misterioso de su estética litúrgica.
  • Promoción de unos determinados géneros considerados más románticos:
    •      Novela histórica.
    •      Leyendas.
    •      Drama heroico.
    •      Artículo periodístico.

POESÍA ROMÁNTICA
  • El poeta se desnuda interiormente en el poema con tonos exaltados, mostrando extrema tristeza, rebeldía, angustia...
  • Temas característicos:
    •      Libertad frente a la sociedad y las normas.
    •      El amor rebelde, prohibido, apasionado...
    •      Argumentos sacados de la historia o de las leyendas locales.
    •      Todo lo misterioso. Espíritus, fantasmas, apariciones, demonios, ángeles...
    •      La rebeldía contra todo: contra dios, las leyes, la moral establecida, etc.
  • Ambientación: noches lúgubres, amaneceres y atardeceres arrebatados; la naturaleza indomable; cementerios y ruinas. 
  • Formalmente:
    •      Aparecen nuevas versificaciones, junto a estrofas casi olvidadas (el romance).
    •      Gran sonoridad: ritmos marcados y rimas contundentes, abundantes exclamaciones y efectos fónicos.
    • Polimetría.


El llamado segundo Romanticismo o Posromanticismo comparte estos rasgos generales, pero, influido por la lírica alemana de escritores como Heinrich Heine, tiene algunas características propias: sobre todo, un lirismo más intimista, más delicado, sin excesos retóricos, que incide en una comunicación más directa entre el poeta y el lector.


Principales poetas románticos:

José de Espronceda (1808-1842).
Nacido en Almendralejo (Badajoz), de padre militar y de una madre que prefirió la educación liberal de la madrileña escuela de Alberto Lista a la academia militar.
Ya desde los quince años mostró una comprometida actividad política y literaria, fundando el grupo político conocido como "los Numantinos" y la "academia del Mirto", donde, influido sobre todo por Byron, dio a luz sus primeras obras.
A los diecisiete fue condenado a cinco años de prisión por estas actividades consideradas conspiratorias. Dos años después comienza un exilio en tierras de Portugal, Inglaterra y Francia que termina en 1833, con veinticinco años.
En este exilio se enamora de Teresa Mancha, que se casa con otro caballero por orden de su padre. Pero la rapta y vive con ella en París. De regreso a Madrid, tienen una hija, Blanca, aunque tras numerosas idas y venidas emocionales la pareja acaba por separarse. Poco después, en 1939, Teresa fallece.
Entretanto, Espronceda había vuelto a ser encarcelado por agitador en 1834.
En torno a la regencia de Espartero (1841), cuando su vida parece que se centra y serena junto a Bernarda de Beruete, siendo nombrado secretario de la legación española en los Países Bajos y luego diputado progresista en Almería, fallece de difteria, enfermedad respiratoria, en 1842, con solo 34 años y a punto de casarse.
Obras fundamentales: El estudiante de Salamanca, de tema donjuanesco; El Diablo Mundo, inacabado poema filosófico existencial, que incluye el "Canto a Teresa"; y "Canciones", como la famosísima "Canción del Pirata".

Posrománticos:

Rosalía de Castro, que escribe obras en gallego y castellano: En las orillas del Sar, Follas novas (en gallego).


Gustavo Adolfo Domínguez Bastida (Sevilla, 1836-Madrid, 1870), más conocido como Gustavo Adolfo Bécquer, al firmar sus obras (igual que su padre y hermano, pintores) con el apellido de sus antepasados flamencos.
Quedó huérfano de padre a los cinco años y de madre a los diez, y vivió su infancia y su adolescencia en Sevilla, con su madrina, donde estudió humanidades y pintura.
Viajó en 1854 a Madrid (con diecisiete años) para dedicarse a la literatura. No tuvo éxito y acabó trabajando como periodista y traductor de obras teatrales francesas.
En Sevilla, en 1858, enfermó de tuberculosis o sífilis, no está claro, y aprovechó para escribir y publicar su primera leyenda.
En ese momento conoce a Julia Espín, posible musa de sus Rimas, aunque hay quien apunta a otra amante, Elisa Guillén, que lo abandonó en 1860. Probablemente lo fueran las dos, quién sabe si alguna más.
En 1861 se casa con Casta Esteban, hija de un médico, con la que tuvo tres hijos, pero con la que no fue feliz. De 1861 a 1865, compuso, eso sí, la mayor parte de sus Leyendas, escribió crónicas periodísticas y redactó las Cartas literarias a una mujer, donde expone sus teorías sobre la poesía y el amor. Una temporada que pasó en el monasterio de Veruela en 1864 le inspiró Cartas desde mi celda, texto paisajístico.
Económicamente las cosas mejoraron para el poeta a partir de 1866, gracias a su puesto de censor oficial de novelas, dedicándose de lleno a sus Leyendas y Rimas, publicadas en parte en la prensa.
Pero con la revolución de 1868, el poeta perdió su trabajo y fue abandonado por su esposa.
Se traslada a Toledo con su hermano Valeriano, donde reescribe las Rimas, cuyo primer manuscrito había desaparecido de su casa en la revolución.
Regresa a Madrid como director de la revista La Ilustración de Madrid, en la que también trabajó su hermano de dibujante. Pero Valeriano muere en septiembre de 1870 y el poeta se hunde y fallece tres meses después.
Será su amigo Narciso Campillo, a quien Bécquer había entregado sus versos, quien publique, a título póstumo, su gran obra inmortal.



TEATRO ROMÁNTICO

Frente al fracaso popular del teatro neoclásico (prueba de ello es que a principios del XIX todavía se representaba con éxito el teatro del XVII), los dramaturgos románticos toman este testigo y continúan en la línea barroca, con las transformaciones propias de la nueva sensibilidad, pero manteniendo en lo esencial la ruptura lopesca con la normativa clásica. El teatro romántico es muy bien acogido y triunfa rápidamente.

Características generales del teatro romántico:
  • Trabaja temas y argumentos sacados de las leyendas y la historia nacional, y aquellos que revisten un carácter de aventura.
  • Rechazo de las reglas clásicas:
    • Se rompen las tres unidades:
      • Unidad de tiempo: se dan grandes saltos temporales y la historia puede desarrollarse a lo largo de muchos años...
      • Unidad de lugar: la acción transcurre en diferentes decorados, con un gran sentido del espectáculo.
      • Unidad de acción: No hay una sola línea argumental, sino varias que se mezclan, se superponen o se utilizan como contrapunto (tal y como ocurría en el Barroco).
    • Aparece la división del drama en cinco actos.
    • Se difuminan los límites entre géneros: mezcla de lo trágico y lo cómico, por ejemplo.
  • Los autores no pretenden educar sino conmover (frente al carácter marcadamente pedagógico del teatro neoclásico ilustrado).
  • Los protagonistas son tipos cínicos y llenos de misterio, marcados por un destino fatal, una fuerza superior que los domina o/y los persigue.
  • La escena romántica se llena de escenas de noche, sepulcros, desafíos, muerte... Y de efectos especiales que conmueven e impresionan o aterran al espectador.


Toda esta maquinaria y estas ideas se van a poner al servicio de un género híbrido de la literatura y la música característico de esta época (aunque nazca a mediados del XVII): la ópera, cuyo máximo exponente lo encontramos en la figura del italiano Giuseppe Verdi.


Principales dramaturgos románticos españoles:

Francisco Martínez de la Rosa, autor de la obra inaugural del Romanticismo español: La conjuración de Venecia (1834).
Ángel Saavedra, duque de Rivas: Don Álvaro o La fuerza del Sino.
José Zorrilla: Don Juan Tenorio.

PROSA ROMÁNTICA

Tres géneros sobresalen como característicos de este movimiento:

- Cuadros de costumbres: breves exposiciones coloristas sobre los modos de vivir y los hábitos y tradiciones populares, prestando especial atención a los tipos humanos más representativos (lo "típico") de los distintos grupos sociales.
A veces presentaban carácter satírico.
Ejemplo: Escenas matritenses, de Ramón de Mesonero Romanos.

- Novela histórica: siguiendo el modelo del británico Walter Scott y sus famosísimas Rob Roy, Ivanhoe, Quintin Durward..., en la que los protagonistas luchan contra la injusticia y acaban venciendo gracias a su esfuerzo y valor. En estas narraciones el aspecto histórico es a menudo tan solo una excusa o un marco para trazar una novela de aventuras en los heroicos tiempos del pasado.
Ejemplo: El señor de Bembibre, de Enrique Gil y Carrasco.

- Artículo periodístico: muy útil para conocer la opinión de los escritores románticos sobre muy distintos temas: políticos, sociales, literarios... En ocasiones presentan afinidades con el cuadro de costumbres.
Maestro del género fue Mariano José de Larra (que firmaba con el pseudónimo de Fígaro).


REALISMO

Corriente literaria que surge en Francia y se presenta como antítesis del Romanticismo, aunque a decir verdad se genera a partir de este por eliminación de algunos de sus rasgos característicos.
Desaparecen:

- El subjetivismo a ultranza, la imaginación desbordante y el gobierno de los sentimientos (aunque en muchos casos mantiene un sentimentalismo incluso melodramático), en favor de una mirada objetiva sobre lo real.
- Los elementos fantásticos y sobrenaturales, sustituidos por lo más terreno y cotidiano.
- El pasado mitificado y las lejanas geografías, dando paso al aquí y al ahora, al lugar y al momento que rodea a los autores.
- Los elementos pintorescos y folclóricos, que (como el sentimentalismo) se reinterpretan, presentándose menos idealizados, observados como meras costumbres.
- La grandilocuencia en la expresión.


Además de estos rasgos de oposición al Romanticismo, el Realismo presenta importantes aportaciones a la literatura, sobre todo a la narrativa, dando lugar a una magnífica producción de novela y relato breve:


- Documentación científica sobre la vida que trata de reflejar. Sus fuentes: libros, enciclopedias y otros documentos escritos; investigación sobre el terreno; la propia experiencia. Esto va a dar lugar a la búsqueda de la fidelidad descriptiva, tanto de ambientes y costumbres como de los caracteres psicológicos de los personajes.
- Muchas de las obras tendrán un propósito social y/o moral más o menos explícito. Cuando dicho objetivo es obvio nos encontramos ante una obra “de tesis”, construida para convencer de unas ideas concretas.
- El escritor tiende a desaparecer del propio texto y actúa como cronista invisible.
- El estilo es, en general, de una densa retórica, aunque haya perdido grandilocuencia con respecto al Romanticismo.
- Se muestran las particularidades, errores y modismos del habla popular, coloquial y dialectal: los personajes se expresan tal y como lo harían en la realidad.

NATURALISMO


Se considera que es un movimiento que procede del Realismo y lo lleva a sus últimas consecuencias (como una rama del Realismo, aunque a veces se emplean ambos términos como sinónimos).
Su padre sería el francés Émile Zola (autor de Naná, La tabernaLa bestia humana, Germinal...), y en España lo introdujo y divulgó Emilia Pardo Bazán, traductora y seguidora del autor galo.

Algunos rasgos marcan una diferencia, y los podemos considerar propios del Naturalismo:
- Se inscribe en una concepción materialista del mundo, que cobró fuerza en aquellos momentos en distintas ideologías aparecidas en la época (la más extendida: el materialismo histórico y dialéctico de Marx y Engels).
- Como consecuencia de ello, la psicología se une a la fisiología y los rasgos físicos se interpretan como directamente relacionados con cualidades del carácter de los personajes. En muchos casos los personajes son descritos mediante analogías con animales que, de algún modo, representan su carácter.
- Determinismo biológico, surgido de las nuevas teorías evolutivas de Darwin.
- Las vivencias de los personajes son observadas con una óptica científica, como si el autor, influido por las corrientes filosóficas del momento, como el Positivismo de Comte, se encontrara ante un experimento y lo detallara minuciosamente.
- Determinismo social, marcado por las revolucionarias ideas de los movimientos marxistas, comunistas y socialistas de la época.
- Temáticas, ambientes y personajes sórdidos que obedecen de manera inevitable a sus impulsos primarios (por todo lo dicho anteriormente).

El Realismo cuajó inmediatamente en nuestras fronteras (no en vano esta visión pegada a la realidad, poco dada a fantasías extremas, es una de las cualidades esenciales de toda nuestra literatura).
Sin embargo, algunos críticos dudan de la existencia de un verdadero Naturalismo español, viendo incompatible tanto el determinismo como el materialismo con la cultura cristiana de la época.
Nosotros consideramos, no obstante, que algunos autores y obras se acercan a esta etiqueta de “naturalistas”: algunas páginas de Galdós; Clarín (de manera muy notable en La Regenta, aunque también en algunos de sus cuentos); Vicente Blasco Ibáñez (al que se calificó en alguna ocasión como el Zola español) en Cañas y barro, La barraca y demás; y, lógicamente, la antes citada Emilia Pardo Bazán de Los pazos de Ulloa y La madre naturaleza.

Segunda Edad de Oro de la narrativa española.

Estos movimientos del XIX van a llevarnos a una recuperación de la tradición realista de nuestros Siglos de Oro (XVI y XVII), que, unida a la inspiración de los grandes de la literatura francesa (y de otros países europeos), producirá una narrativa de enorme altura. Valgan como ejemplo los autores antes citados como naturalistas:: Emilia Pardo Bazán, Benito Pérez Galdós, Leopoldo Alas “Clarín”, Vicente Blasco Ibáñez…

Al tiempo surgió una veta regionalista más que interesante: autores que cantan las particularidades de su terruño (no siempre sus excelencias). Entre ellos podríamos destacar:
- En Andalucía, a Juan Valera (Pepita Jiménez), a Cecilia Böhl de Faber, que firmaba como Fernán Caballero (La gaviota), y a Pedro Antonio de Alarcón (El sombrero de tres picos).
- En Santander, a José María de Pereda, con sus morosas descripciones del mar (Sotileza) y de la montaña (Peñas Arriba).
- En Galicia, a Emilia Pardo Bazán (las ya citadas Los pazos de Ulloa y La madre naturaleza).
- En Madrid, a Galdós, curiosamente de origen canario (Fortunata y Jacinta, Miau, Misericordia y muchas otras).
- En Asturias, por encima de cualquier otro, a Clarín (La Regenta y muchos de sus cuentos) y a Armando Palacio Valdés (Marta y María, que se desarrolla en la ciudad de Nieva, realmente Avilés).
No podemos dejar de citar a Ramón de Campoamor: poeta realista, y dramaturgo, asturiano, tan famoso en su época como denostado posteriormente por su prosaísmo y su pensamiento tradicionalista.

Teatro realista

Se produce un intento de superación del efectista teatro romántico (aunque siguen representándose dramas con elementos neorrománticos, siendo su máximo exponente José de Echegaray), inclinándose los dramaturgos realistas por:

  • Temas y asuntos coetáneos.
  • Un enfoque docente (en la línea del teatro neoclásico del XVIII)
  • Un lenguaje más contenido, más natural.
  • Desarrollo de la alta comedia, subgénero que plantea conflictos morales resueltos en los ambientes burgueses del momento.

Los dramaturgos más destacados serían Manuel Tamayo y Baus (Locura de amor y Un drama nuevo), con motivos historicistas, y Jacinto Benavente (aunque en su evolución literaria pasa por la generación del 98 y, posteriormente, por un teatro, o cine, más comercial), quien ya desde su primera obra, El nido ajeno, o incluso en las posteriores La malquerida o Los intereses creados, busca la verosimilitud y la naturalidad frente al melodramatismo efectista de un Echegaray.

Poesía realista

Es de un prosaísmo y, a veces, de un retoricismo de pretensiones cívico-filosóficas, que ha hecho desvanecerse prácticamente a sus autores, Ramón de Campoamor o Gaspar Núñez de Arce, en la historia de la literatura española frente a los grandes poetas posrománticos: Gustavo Adolfo Bécquer, Rosalía de Castro…, que dominaron la segunda mitad del XIX.

Marcelino Menéndez Pelayo

No nos queda sino cerrar esta breve incursión en la literatura española del siglo XIX señalando al que fuera el más notable caso de estudio y erudición de la época, el santanderino Menéndez Pelayo.
Autor de miles de páginas, entre sus obras cabe subrayar: La ciencia española, Historia de los heterodoxos españoles, Historia de las ideas estéticas en España, Obras de Lope de Vega, Antología de poetas líricos castellanos desde la formación del idioma hasta nuestros días (o Historia de la poesía castellana en la Edad Media, pues se quedó ahí).


Principales autores realistas/naturalistas:

Benito Pérez Galdós (Las Palmas de Gran Canaria, 1843-Madrid, 1920)
Pasó su infancia en Las Palmas interesado en el dibujo, la música y la literatura. A los 19 años se trasladó a Madrid, donde Giner de los Ríos lo oriento hacia el krausismo y la escritura. Alternó las novelas de tesis con el periodismo, atacando el inmovilismo de la tradición: Doña Perfecta (1876), Marianela (1878), etc.
Influido por el Naturalismo escribiría sus "novelas contemporáneas", desde La desheredada (1881) hasta Fortunata y Jacinta (1886-7).
Por entonces tuvo una hija "ilegítima", y amoríos con Emilia Pardo Bazán, En 1886 fue elegido diputado para las Cortes por Guayama (Puerto Rico).
Comenzó los Episodios Nacionales en 1873
A finales de la decada de los 80 comenzó una nueva etapa en su escritura, con obras como Miau, y a principios de los 90 se entrega de una manera clara a las reflexiones éticas: Tristana, Nazarín, Misericordia..., que en muchos momentos recuerdan a los autores rusos del momento.
Adaptó para el teatro sus propias novelas: La loca de la casa, Doña Perfecta, El abuelo... El estreno de Electra, por cuestiones fundamentalmente políticas, constituyó un acontecimiento del que se hizo eco todo el país.
En 1907 encabezó la lista a la candidatura de la Conjunción Republicano-Socialista por Madrid.
En 1912, el mismo año en fue nominado al premio Nobel, se quedó ciego. A pesar de esto y de sus problemas económicos, continuó los Episodios Nacionales, aunque no pudo concluirlos.

Leopoldo Alas, Clarín (Zamora, 1852-Oviedo, 1901)

Emilia Pardo Bazán (La Coruña*, 1851-Madrid, 1921).
Novelista, periodista, ensayista y crítica española que introdujo el Naturalismo en España, con una serie de artículos que enseguida se publicaron en forma de libro, titulado La cuestión palpitante (1883).
Hija única del conde José Pardo Bazán, de quien heredaría el título, y de doña Amalia de la Rúa, sus padres la animaron a aprender a leer y escribir. A los quince años ya había publicado su primer cuento: "Un matrimonio del siglo XIX" (su verdadera ópera prima, escrita con 13 años de edad, Aficiones peligrosas, no se publicaría hasta el 2012).
Se casó a los 16 años con José Quiroga (del que acabaría separándose en 1882, pues le horrorizaban las ideas del Naturalismo; doña Emilia emprendería más tarde una relación con Benito Pérez Galdós).
Desde Madrid, donde había terminado sus estudios y donde se había instalado, inició en 1873, con sus padres y su aún marido un largo viaje por Europa; Emilia aprende idiomas para leer a los grandes autores de cada país en su lengua original. Ya en España, entra en contacto con el krausismo a través de Francisco Giner de los Ríos, que fue su profesor y un amigo durante toda su vida.
En 1880 funda y dirige la Revista de Galicia. Viaja a Vichy por cuestiones de salud y allí entra en contacto con la nueva literatura francesa.
En 1891 funda Nuevo Teatro Crítico, revista escrita completamente por ella, que tanto en su título como en su planteamiento misceláneo y divulgativo quiere rendir homenaje a su admirado Feijoo. Al año siguiente funda y dirige la Biblioteca de la Mujer. Y siempre colaborando con muchas otras publicaciones.
Muy reconocida ya en la vida pública y cultural, en 1916 es nombrada catedrática de Literatura, pero no consiguió, en cambio, ser admitida en la Real Academia Española.
Fallece en 1921 por una complicación de la diabetes que padecía. Es enterrada en la iglesia de la Concepción de Madrid.
Algunos de sus ensayos son: Estudio crítico de Feijoo (1876), La revolución y la novela en Rusia (1887), Polémicas y estudios literarios (1892), La literatura francesa moderna (1910).
Sus novelas más importantes: La tribuna (1883), Los pazos de Ulloa (1886), La madre naturaleza (1887).

(* La Coruña aparecerá en sus novelas con el nombre de Marineda.)




CRISIS DEL 98 Y LITERATURA DE FIN DE SIGLO

A raíz del llamado “desastre del 98”, el enfrentamiento bélico entre España y Estados Unidos que supuso la pérdida de las últimas colonias del viejo imperio español en América y Asia (Cuba, Puerto Rico y Filipinas), surgió con fuerza una conciencia crítica sobre la decadencia de nuestro país que va a dar lugar a tres posturas un tanto diferentes, aunque con elementos comunes: el regeneracionismo, el modernismo y la generación del 98.

REGENERACIONISMO

Señalaba como causa del fracaso militar y económico, y social y moral y espiritual, nuestro secular retraso con respecto a los países de nuestro entorno y la necesidad de una modernización en España, en todos los aspectos, que la equipare a Europa.

Se centraron, para ello, en los siguientes puntos:
  • Cambiar el sistema político de la Restauración, apoyado en las oligarquías, por otro que favoreciera a las clases medias.
  • Preocuparse de actualizar España y no de las glorias del pasado: “Escuela y despensa y cien llaves al sepulcro del Cid”.
  • Una correcta interpretación de la naturaleza y el paisaje, para su mejor aprovechamiento, que dio pie a un especial análisis del mundo rural español.
  • Ataque al caciquismo: a su injusta distribución de la riqueza y a su inmoralidad pública por la corrupción y el abuso de poder que conlleva.
El máximo representante de este movimiento fue Joaquín Costa, con su lema: “Regeneración y europeización de España”, cuyas ideas se desarrollan en su obra Oligarquía y caciquismo [como forma actual de gobierno en España. Urgencia y modo de cambiarla].

Pero conviene señalar que grupos de muy distinta ideología participaban de este impulso regeneracionista (movimientos obreros; nacionalistas; partidos dinásticos, tanto conservadores como liberales; republicanos…), de modo que ha de entenderse el regeneracionismo, en general, más como un concepto de fondo sobre la necesidad de un cambio que como un grupo homogéneo.

En este caldo de cultivo aparecieron dos movimientos literarios (aunque hay críticos que los contemplan como la evolución de uno solo): el modernismo y la generación del 98.

MODERNISMO

Movimiento principalmente poético, nacido de la mano de Rubén Darío, quien en 1890 ya se consideraba “modernista”, bajo la influencia del parnasianismo (que ya en 1866 lanzó su divisa: “El arte por el arte” y su culto academicista a la perfección formal) y el simbolismo (cuyo manifiesto, de 1886, propugna el abandono de esa belleza academicista exterior y concentrarse en el significado misterioso de las realidades escondidas que la palabra y la música de la poesía revelan).

El modernismo mezcla ambas corrientes francesas, supuestamente antirrománticas: de los parnasianos toma el rigor en la construcción del poema, los temas exóticos, el canto de los sentidos…; y de los simbolistas, el arte de sugerir, el mundo de los sueños y la musicalidad extrema.

Además de los parnasianos Téophile Gautier y Leconte de Lisle, y de los grandes simbolistas Paul Verlaine, Arthur Rimbaud, Stéphane Mallarmé (y el precedente de todos ellos: Charles Baudelaire, con su obra Les Fleurs du mal, de 1857), recibieron la influencia de los estadounidenses Edgar Allan Poe y Walt Whitman, del británico Oscar Wilde, del italiano Gabriele D’Annunzio…; y de lo que ellos llamaban el arte primitivo: antiguos poetas como Berceo, el Arcipreste de Hita, Jorge Manrique, el cancionero del XV…

Rasgos característicos del modernismo:

Rendirán culto a la belleza por encima de todo, lo que se traduce, formalmente, en:

  • Un lenguaje más brillante, con más efectos, más ornamental.
  • Fraseo delicado, delicuescente, sugerente, íntimo...
  • Abundantes recursos fónicos, aliteraciones, rimas musicales: agudas o esdrújulas...
  • Lenguaje culto y moderno, vocabulario rico.
  • Frecuentes figuras retóricas, sobre todo sinestesias, imágenes, símbolos...
  • Métrica muy rítmica: sobre todo el alejandrino, el dodecasílabo, el eneasílabo.
  • Toda clase de innovaciones estróficas.


En cuanto a los temas y elementos semánticos:

  • Culto a la belleza y al arte.
  • Se centran en los aspectos sensibles externos e internos: una sensualidad vitalista o melancólica y rebelde, produciéndose una evasión del mundo real.
  • Evocaciones históricas y legendarias del pasado más o menos lejano (que recuerdan al Romanticismo).
  • Ambientes exóticos, orientales, nórdicos... Con lo que tienen de lujoso, brillante...
  • Elementos decadentes, paisajes otoñales, crepusculares...
  • Irrupción del mundo contemporáneo: avances técnicos, de transporte, comunicación..., lo por entonces moderno.
  • Cosmopolitismo o/y sincretismo: mezcla de su amor por París, por lo extranjero y su amor-odio por la vieja metrópoli: España, y su puesta en valor de lo indígena, todo ello con las lógicas variantes según se trate de autores de un lado u otro del Atlántico.
  • Elementos culturalistas: citas de autores, personajes, obras de arte; referencias históricas, mitológicas, literarias...; el mundo clásico grecolatino y otras culturas antiguas.
  • Un cierto paganismo junto a un vago cristianismo sentimental.


Por todo esto resulta un movimiento estetizante que, queriendo romper con el Romanticismo, se parece demasiado a él.

El modernismo llega a España desde Hispanoamérica, de la mano de Rubén Darío, sobre todo, y del cubano José Martí y sus Versos libres y Versos sencillos, del colombiano José Asunción Silva y sus Nocturnos, y un largo etcétera.

Rubén Darío

Félix Rubén García Sarmiento (Metapa, hoy Ciudad Darío, 1867 - León, 1916) es un escritor nicaragüense. Toma su nombre artístico de su tatarabuelo Darío, por el que toda la familia recibía el apelativo de "los Daríos".
Fue un autor progresista y preocupado por la situación de los países americanos. Viajó a Chile y Argentina y allí conoció las nuevas tendencias poéticas, sobre todo de la literatura francesa, y ya con veintiún años obtiene su primer gran éxito como escritor modernista: Azul (1888), donde mezcla prosas y poemas dedicados a sus grandes maestros: los poetas parnasianos, Walt Whitman, etc.
En 1892 llega a España, entra en contacto con las principales figuras literarias del momento y ejerce sobre ellas una gran influencia, dando lugar al modernismo español.
Volverá en 1899, ya convertido en un ídolo, y vive de cerca el desastre del 98 en España. Inmediatamente, en 1900, comenzará su actividad como diplomático: París, Madrid, Europa, América... Su vida intensa y llena de excesos le lleva a morir con apenas cuarenta y nueve años.

En cuanto a su obra, todo lo dicho de los rasgos del modernismo es aplicable a la misma. Él es el creador de la imaginería modernista de cisnes y faunos, centauros y princesas, galas y pedrería oriental.
Rubén puede ser lo mismo frívolo que enormemente profundo y dominaba todas las formas poéticas.
Antonio Machado, gran admirador suyo, dijo de él que era "el maestro incomparable de la forma y de la sensación, que más tarde nos reveló la hondura de su alma en Cantos de vida y esperanza (1905).
Efectivamente, después de Azul, se consolidó con Prosas profanas (1896), obra vitalista, exuberante y juguetona, y llena de homenajes a sus maestros contemporáneos franceses y a los clásicos españoles, y culmina con Cantos de vida y esperanza, mucho más hondo y preocupado, de tonos graves y de una gran sinceridad. Se inicia la obra con una confesión: "Yo soy aquel que ayer no más decía / el verso azul y la canción profana", donde se describe muy bien esa "superficialidad" modernista que el autor deja atrás. Su angustia se refleja extraordinariamente en la "Canción de otoño en primavera":

          Juventud, divino tesoro, 
          ¡ya te vas para no volver! 
          Cuando quiero llorar, no lloro... 
          y a veces lloro sin querer...
 

Recoge también en este poemario las inquietudes políticas del momento: el desastre del 98 y la amenaza de la creciente presencia de Estados Unidos en todas partes (como puede verse, por ejemplo, en "La salutación del optimista" y "Oda a Roosevelt").


Su obra en prosa, que también fue intensa e interesante (artículos, cuentos, etc.), se vio completamente eclipsada por su poesía.

Importantes autores modernistas españoles fueron: Manuel Machado, Salvador Rueda, Manuel Reina, Francisco Villaespesa, Eduardo Marquina, etc.

GENERACIÓN DEL 98

Se considera a Ángel Ganivet y a su Idearium español como un directo antecedente de este grupo, al hablar en él de que para coronar la obra de España había que concentrar todas las energías en el interior, no mirar hacia fuera.

La ideología del 98 se caracteriza por:

  • Un intento de redescubrir España: su geografía, su historia, su literatura, sus gentes...
  • Con una particular atención sobre Castilla.
  • Utilizan para ello un método interpretativo y subjetivo, no científico: su particular y personal visión poética.
  • Crean una mitología de lo español: los campos de Castilla, don Juan, don Quijote, el Cid...


Rasgos formales del 98:

  • Propugnan una renovación estética (muchos de sus autores fueron primero modernistas).
  • Imponen un estilo sobrio, antirretórico.
  • Se sirven de un léxico tradicional, muchas veces arcaizante, otras popular y castizo, siempre preciso, que redunda en la recuperación de la riqueza cultural española.
  • Su obra se caracteriza por un subjetivismo lírico: lo visto y lo pensado y sentido son lo mismo, forman un todo.


Miembros del 98:
  • Antecedente: Ángel Ganivet (que desaparece pronto al suicidarse).
  • Azorín (José Martínez Ruiz), Pío Baroja y Ramiro de Maeztu forman el "grupo de los tres", que compartían:

  1. Autodidactismo.
  2. Ideas revolucionarias, que les llevan a denunciar la descomposición moral de España.
  3. Admiración por las ideas de Nietzsche.
  • Se les unió Unamuno (mayor que ellos, y al que consideraban como un maestro), Antonio Machado y Ramón María del Valle-Inclán.
  • Menéndez Pidal compartió intereses con el grupo y contribuyó con sus investigaciones eruditas, filológicas e históricas, a consolidar las ideas del mismo.
  • Jacinto Benavente, renovador del teatro, coincidió inicialmente con el resto (Azorín lo incluye en la nómina del grupo del 98) con obras como Los intereses creados, crítica social antiburguesa. Pero luego se acomodó a los gustos, más comerciales, del público menos exigente, lo que no impidió que ganara el Premio Nobel de Literatura en 1922.


Miguel de Unamuno (Bilbao, 1864-Salamanca, 1936)

     A mi buitre

Este buitre voraz de ceño torvo
que me devora las entrañas fiero
y es mi único constante compañero
labra mis penas con su pico corvo.

El día en que le toque el postrer sorbo
apurar de mi negra sangre, quiero
que me dejéis con él solo y señero
un momento, sin nadie como estorbo.

Pues quiero, triunfo haciendo mi agonía
mientras él mi último despojo traga,
sorprender en sus ojos la sombría

mirada al ver la suerte que le amaga
sin esta presa en que satisfacía
el hambre atroz que nunca se le apaga.


Estudió filosofía y letras en Madrid, época durante la cual leyó a T. Carlyle, Herber Spencer, Friedrich Hegel y Karl Marx. Obtuvo la cátedra de Griego en la universidad de Salamanca, donde, desde 1901, fue rector y catedrático de Historia de la Lengua Castellana.

Sus preocupaciones intelectuales se centraron, sobre todo, en las cuestiones éticas y su relación con la fe religiosa. Lleno de contradicciones personales y paradojas, recurrió a la literatura. Esas angustias existenciales aparecen en toda su obra.

Como, por ejemplo, en sus ensayos de carácter filosófico: En torno al casticismo (1895),  Del sentimiento trágico de la vida (1913) o La agonía del cristianismo (1925). En el primero opuso al tradicionalismo la "búsqueda de la tradición eterna del presente", y defendió el concepto de "intrahistoria" latente en el seno del pueblo frente al concepto oficial de historia. Según propuso entonces, la solución de muchos de los males que aquejaban a España era su "europeización".

En la Vida de don Quijote y Sancho (1905), propuso, por el contrario, "españolizar Europa". Al mismo tiempo, apuntó que la relación entre ambos personajes cervantinos simbolizaba la tensión existente entre ficción y realidad, locura y razón, que constituye la unidad de la vida y la común aspiración a la inmortalidad.

Novelas importantes fueron Amor y pedagogía (1902), Abel Sánchez (1917), La tía Tula (1921), San Manuel Bueno, mártir (1930)... Y muy particularmente Niebla (1914).

Escribió también libros de poemas, como El Cristo de Velázquez (1920), Rimas de dentro (1923) y Romancero del destierro (1927), éste último fruto de su experiencia en la isla de Fuerteventura, adonde lo deportaron por su oposición a la dictadura de Primo de Rivera.

También cultivó el teatro: Fedra (1924), Sombras de sueño (1931), El otro (1932) y Medea (1933).

Antonio Machado (Sevilla, 1875-Collioure, Francia, 1939)
Con ocho años se muda a Madrid, estudiando en la Institución Libre de Enseñanza, entre otros lugares,
Conoce a Rubén Darío en París en 1902, al que debe sus inicios modernistas: Soledades, galerías y otros poemas (1903; aumentada y corregida en 1907), centrados en la angustia existencial, con paisajes urbanos decadentes (jardines, plazas, fuentes...) en los que se siente reflejado y el uso de un personal aunque sencillo simbolismo: la tarde, una noria, los caminos... representarán el paso del tiempo; el mar simbolizará la muerte; las colmenas y las galerías del corazón serán la imagen de la poesía y la creación artística; mientras que los sueños (tomando la idea del Simbolismo) nos sugerirán el conocimiento verdadero.
En 1907 se instala en Soria como profesor de francés en un instituto. En 1909 se casa con Leonor Izquierdo, apenas una niña, que muere tres años más tarde.
Pide el traslado a Baeza.
Publica Campos de Castilla en 1912 (ampliada en 1917), libro de poemas ya de madurez, donde recoge sus inquietudes personales, sociales, políticas, en el enclave del paisaje castellano como máximo exponente de todo lo español. También habrá dolientes referencias a la muerte de Leonor y breves poemas de carácter filosófico.
En 1919 se muda a Segovia, donde colabora con la Universidad Popular.
En 1927 ingresa en la Real Academia y un año después conoce a la poetisa Pilar de Valderrama, a quien llama Guiomar en sus poemas, con la que mantiene relaciones secretas durante años.
Activo republicano, en 1932 se instala en Madrid hasta 1936, año en que la Guerra Civil le obliga a trasladarse a Valencia, más tarde a Barcelona y finalmente a Francia, donde, al poco, murió.
Es conocido también como autor de prosa didáctica: Juan de Mairena, y obras teatrales, escritas junto con su hermano Manuel durante los años veinte y treinta: La Lola se va a los puertos.

Pío Baroja (San Sebastián, 1872-Madrid, 1956)
De dos familias muy conocidas en San Sebastián (la de su madre, italiana, los Nessi). De ambas estuvo siempre muy orgulloso. Por el trabajo de su padre, la familia se desplazó por la geografía española: Pamplona, Madrid (que don Pío retrata minuciosamente en sus novelas), Valencia. Había leído a Jules Verne, a Mayne Reid, el Robinsón, y había soñado ya con aventuras maravillosas,
Fue, por lo general, un pésimo estudiante; estuvo siempre mucho más interesado en las novelas que en los libros de texto; su carácter arisco y rebelde le perjudicó también en gran manera, pues acabó riñendo con algunos de sus profesores y no despertó simpatías en ninguno.

Aparte de esto, pasó toda su juventud entre dudas; nunca supo bien qué carrera le gustaba estudiar; en verdad, no le interesaba ninguna. Sólo las letras le atraían, pero tampoco en las letras veía clara su vocación. Antes de ir a Valencia había empezado algunos cuentos, artículos, tal vez una novela, pero lo rompió todo o lo dejó olvidado. Sus fracasos de estudiante, como es fácil suponer, se debieron más a falta de interés que de talento. Pocos escritores ha habido de vocación más segura y que se moviese más inseguro, con más dudas sobre su vocación, y aún mucho después, escrita ya buena parte de su obra, se preguntaba si sería verdaderamente escritor.

Al terminar sus estudios, Baroja se trasladó a Cestona, en el país vasco, donde había conseguido una plaza de médico. No tardó en advertir que aquello no era lo suyo; al poco tiempo estaba asqueado del oficio; había reñido con el médico viejo, con quien compartía el cuidado de la salud de aquellos pueblos, como había reñido antes con sus profesores; se había enemistado con el alcalde y, naturalmente, con el párroco y con el sector católico del pueblo, que le acusaban de trabajar los domingos en su jardín.

Se fue de allí asqueado del pueblo, del médico y hasta de los enfermos, cuando menos de algunos de éstos, y se trasladó a San Sebastián, donde estaba en aquel momento la familia. Permaneció algún tiempo en San Sebastián, y de allí salió para Madrid. En la capital estaba su hermano Ricardo, que, también sin empleo, se ocupaba en un negocio de pan de una tía de ellos que había quedado viuda. Ricardo le había escrito a su hermano que estaba harto del negocio y que iba a dejarlo. Baroja vio el cielo abierto ante él, y sin vacilar un instante escribió a su hermano que iba a Madrid, con la intención de ocuparse de aquel negocio.

De este modo, se vio convertido en dueño de un comercio de pan, sobre lo cual se le gastaron después tantas bromas y le irritaron de tantas maneras, sin contar los disgustos que se derivarían para él de la marcha del negocio. En Madrid, no obstante, había algo para él que estaba por encima de todo: de la vulgaridad del oficio y de las burlas que se le pudiesen gastar; allí podría, en efecto, reanudar los contactos con sus antiguos amigos, frecuentar los medios literarios, ponerse, en realidad, en contacto con su vida, volver de un modo o de otro a aquello que cada vez con mayor certeza sentía que era su vocación.

A poco de llegar a Madrid, instalado ya en el negocio, empezó sus colaboraciones en periódicos y revistas; en 1900 publicaba su primera obra Vidas sombrías, colección de cuentos, que empezó a darlo a conocer. Eran, en su mayoría, cuentos escritos en Cestona sobre temas de aquella región y de sus experiencias de médico; se trataba de vidas humildes, y reflejaban toda la tristeza de aquel medio, y la tristeza, sobre todo, que reinaba entonces en su alma -mezclada con ráfagas de cólera-.

Puede decirse que en su primera obra estaba ya en germen toda su obra futura. Vidas sombrías constituyó un éxito, un éxito del que el propio autor se sintió sin duda asombrado; de su libro se ocuparon con elogio Azorín, Galdós y sobre todo Unamuno, que se entusiasmó con él, especialmente de uno de los cuentos, "Mary-Belche", y quiso conocer a su autor.

A partir de entonces Baroja fue dedicándose más y más a las letras, y apartándose cada vez más del negocio, hasta dejarlo del todo y consagrarse exclusivamente a su vocación. En algún momento Baroja llevó a cabo alguna incursión en el campo de la política, arrastrado más que por su convicción, por el ambiente de la época y por el ejemplo de algunos de sus compañeros, como por ejemplo, Azorín. Efectivamente, Baroja se presentó para concejal en Madrid, y más adelante para diputado por Fraga.

Estas tentativas, como era natural, constituyeron dos rotundos fracasos; tampoco él lo había tomado demasiado a pecho. Se retiró cada vez sin gran disgusto; nos divirtió después contándonos las peripecias, y volvió al camino de las letras del que nunca habría ya de apartarse.

Fue Baroja un gran viajero; los libros y los viajes fueron sus grandes aficiones, puede casi decirse que sus únicas aficiones. Sus viajes por España los hizo casi siempre acompañado; fue unas veces con sus hermanos, Carmen y Ricardo, otras con amigos; hizo uno con Maeztu y otro con Azorín, en sus comienzos, y más adelante, con Ortega y Gasset, que le llevó en algunas ocasiones en su automóvil.

Baroja llegó a ser uno de los escritores que conoció mejor la España de su tiempo, cosa que se puede comprobar en sus novelas. La ciudad más visitada -también la más querida de las ciudades extranjeras- fue París. En ella pasó un largo tiempo en sus últimos años, cuando huyó de España durante la guerra civil. También estuvo en Londres y más adelante en Italia; viajó por Suiza, Alemania, Bélgica, Noruega, Holanda y Jutlandia, escenario de su trilogía Agonías de nuestro tiempo, con la magnífica El torbellino del mundo, con que encabeza la trilogía.

Fuera de esto, su residencia habitual fue Madrid, y más adelante Vera del Bidasoa, donde adquirió la casa de Itzea, y donde pasó los veranos con su familia. En este tiempo su destino estaba ya fijado, y con él su norma de vida; Baroja consagraba su tiempo a escribir y a viajar. Sus producciones iban apareciendo con gran regularidad y su fama creciendo hasta situarle en pocos años entre las primeras figuras de la nación. Esta actividad no cesó apenas durante su vida, de manera que es el escritor de su tiempo que cuenta con una obra más copiosa; también más diversa y más rica.

Entre sus mejores obras merecen citarse Vidas sombrías, publicada en 1900; Inventos y mixtificación de Silvestre Paradox, de 1901, en la cual evoca sus días de estudiante en Pamplona, con el ambiente de la ciudad; Camino de perfección (1902), confesión íntima y muy personal, en que podemos verle en las dudas y vacilaciones de su juventud, y que causó vivísima impresión. Muy bella, y bastante lograda, aunque de otro tono, es El mayorazgo de Labraz (1903), escrita también con recuerdos de Cestona, en que relata admirablemente la vida en un pueblo de España, con influencias tal vez de la vieja tragedia.

Importante es también en la producción barojiana la trilogía que siguió a estas novelas, que apareció bajo el subtitulo "La lucha por la vida", formada por La busca, Mala hierba y Aurora roja; aparecidas primero en folletín, y publicadas en volúmenes sueltos en 1904, ofrecen en mucha parte, en su desarrollo, las características de aquel género; en ellas el autor recoge admirablemente el ambiente de los barrios bajos del Madrid de su tiempo, en las primeras luchas sociales; merecen también citarse Zalacaín el Aventurero y Las inquietudes de Shanti Andía, novela la primera situada en la tierra vasca y en la época de las guerras carlistas, y la segunda, dedicada a la vida del mar con recuerdos de antepasados del escritor, de aventuras, de piraterías, y sobre todo con evocaciones de su infancia en San Sebastián, parte que constituye tal vez lo mejor del libro.

Estas dos novelas eran aquellas por las cuales mostró Baroja una cierta preferencia, especialmente por Zalacaín y en ella por la figura del héroe. No obstante, la obra más importante del novelista es sin duda Las memorias de un hombre de acción, novela cíclica, que escribió a lo largo casi de su vida y que terminó ya en la vejez. Consta esta obra de veintidós volúmenes y el héroe central es un antepasado suyo, G. de Aviraneta, que tuvo alguna importancia en los hechos políticos de su tiempo; en tomo a la existencia de su héroe, el autor reconstruye toda una época agitada y terrible de España; se incluyen en ella las guerras de la Independencia y carlistas, con tumultos y sublevaciones, en los días de Fernando VII e Isabel II.

Es una amplia evocación que tiene de novela, de historia y de folletín, pero siempre dentro de un gran rigor histórico, y todo fundido y recreado por la imaginación del escritor. Destacan en esta serie El escuadrón de Brigante, Los recursos de la astucia, El sabor de la venganza, Las figuras de cera, La nave de los locos y La senda dolorosa, dedicada ésta, en su mayor parte, al trágico fin del conde de España.

Aparte de estas obras, Baroja escribió algunos ensayos; sus libros de recuerdos, Juventud, egolatría (1917); Las horas solitarias y La caverna del humorismo (1918); eran éstas las obras preferidas por Ortega y Gasset, que aconsejaba al escritor que persistiera en aquel género; ya en sus últimos años Baroja dio a la prensa sus Memorias. Estas Memorias constituyen un monumento de la época, una evocación de su vida, y de la vida de su tiempo, con las figuras más importantes con las que trató, tanto en las letras como en las artes.

Sus Memorias constituyen asimismo un documento inapreciable para el conocimiento del autor, acaso su libro más interesante, el de lectura más agradable, y con el cual coronaba su obra y, puede decirse, su existencia. En este tiempo vivía en Madrid con su familia, con la que continuó viviendo hasta su muerte; su producción alcanzaba ya una cifra muy importante, y aunque no gozaba quizá de la fama que merecía, su nombre figuraba entre los tres o cuatro más destacados de la nación. En 1935 fue admitido como miembro de la Academia de la Lengua. Fue quizá, y sin quizá, el único honor oficial que se le dispensó.

En sus novelas, el autor se sitúa de lleno en la escuela realista; sigue en ellas las huellas de los grandes maestros europeos, que brillaban aún más en su tiempo, de Balzac, Stendhal, de Tolstoi y Dickens, que fueron sus autores predilectos, y los pocos que admiró sin reservas al lado de Dostoievski; se notan también en él influencias de los folletinistas franceses, cuya lectura le apasionó en su juventud, con las de la picaresca española, Quevedo, Mateo Alemán y El Lazarillo, no menos evidentes.

En las ideas dominaba al principio Nietzsche, pero poco a poco este entusiasmo fue cediendo, quedando en un escepticismo, muy cerca de Montaigne y, sobre todo, de Voltaire, al que leyó y admiró, pero que era también muy suyo. El fondo de sus libros es, por esto, pesimista; no obstante, en la forma, en sus descripciones de paisajes, de escenas, se muestra como un enamorado de la vida, un entusiasta, con una nota continua de alegría y, podríamos decir, da optimismo, que contrasta con el fondo amargo y sombrío de toda su obra.

Descuella Baroja en la evocación de ambientes, en las descripciones de pueblos y paisajes, y sobré todo, en la pintura de tipos; a veces tiene en sus descripciones algo de pintor, y nos recuerda en algunas ocasiones a Goya, especialmente en sus novelas de la guerra civil. No estuvo adherido a ninguna escuela, ni formó parte, en cuanto a influencias, de ningún grupo; fue, en este aspecto, el más rebelde de los escritores y el más independiente en todos los sentidos.

El mundo predilecto de sus creaciones fue el de las gentes humildes, los desventurados; pero al lado de ellos, sintió una viva predilección por toda suerte de seres fantásticos, locos, de gente rara y absurda; a todos se acercó con su ironía, con sus sarcasmos a veces, con su humor amargo, pero también con una gran piedad, con un deseo de redención y de justicia, que le emparenta con los grandes novelistas de Europa, sobre todo con Dickens, que fue al que más admiró.

Baroja ha sido, sobre todo por sus ideas y por su manera de exponerlas, el literato más discutido, el más atacado de los escritores de su tiempo. Tal vez por el desorden habitual en sus novelas, y más aún por el tono ofensivo que adoptó para tantas cosas, por su sinceridad brutal, no alcanzó nunca la fama que merecía, la fama que alcanzaron muchos otros con menos méritos que él. El tiempo, en su labor justiciera, le ha ido situando en su lugar y hoy está considerado, dentro y fuera de su patria, como el primer novelista de la España de su tiempo, al lado de Galdós, y para algunos por encima de éste.

Ramón María del Valle-Inclán (Vilanova de Araousa, Pontevedra, 1866-Santiago de Compostela, A Coruña, 1936), nombre artístico de Ramón Valle y Peña, fue un bohemio que se inventó a sí mismo como a un personaje más de su obra esperpéntica. En su literatura, evolucionó desde un estilo estetizante y modernista, tras su viaje a México, hasta la invención del esperpento, en que deformaba la realidad y la mostraba grotesca y risible a la vez que patética.De familia de rancio abolengo, aunque venida a menos, perdió el brazo izquierdo con treinta y tres años tras un altercado con el escritor Manuel Bueno.
Valle-Inclán inicia su formación bajo la tutela de su padre y el catedrático Jesús Muruáis ejerció sobre él una gran influencia en los primeros años. Posteriormente se matricula en la facultad de leyes de Santiago aunque más que a los estudios, se dedica fundamental a participar en los círculos culturales gallegos. A la muerte de su padre, se traslada a Madrid y allí continúa su incipiente labor literaria.
En 1892 marcha a Méjico. Más tarde dará como motivo de este viaje en una fingida autobiografía publicada la necesidad de huida ante un desengaño amoroso y justifica la elección del país porque "México se escribe con equis".
En Veracruz mantendrá relaciones con periodistas de los diarios locales con los que colabora. Pronto marcha a la capital mejicana, donde adopta el nombre de Valle Inclán y entra en contacto con el Modernismo. Tras una temporada en Cuba vuelve a Galicia en 1893 y permanece algún tiempo ocupado en lecturas y tertulias. Adopta ya la indumentaria más o menos estrafalaria de los jóvenes escritores franceses y en 1895 publica su primer libro, Femeninas, prologado por Manuel Murguía.
En 1896 Valle se instala en Madrid. Son los años del Desastre pero también un tiempo fecundo en talentos literarios en el que se practica e idealiza la vida bohemia marcada por tertulias, dificultades económicas. Entre los contertulios de nuestro escritor destaca lo más representativo de la intelectualidad de la época: Benavente, los Baroja, Azorín. Se convierte en un personaje famoso y la fama de sus anécdotas se extiende por los ambientes culturales madrileños.
En 1902 la publicación de Sonata de Otoño le hace conocer el éxito y en 1907 se casa con la actriz Jo sefina Blanco a la que acompañará en numerosos viajes por diversos países como Argentina, Chile o Uruguay. En 1912 inicia la publicación de su Opera omnia.
Por otra parte, trabaja como corresponsal de guerra para distintos periódicos y se crea para él la cátedra de estética de la Escuela de Bellas Artes a la que renuncia por no saber aclimatarse a la vida académica. Los años siguientes están marcados por la alternancia entre períodos de reconocimiento y cargos públicos con otros de penurias económicas. Se divorcia de su esposa y ve rechazada definitivamente su candidatura a la Academia.
Muere en Santiago el 4 de enero de 1936.


VANGUARDISMO

Otra reacción frente a la crisis social y de pensamiento y valores de finales del XIX fueron los múltiples movimientos vanguardistas, que tenían algo en común: un intento de renovación total, de ruptura con la tradición cultural y artística occidental, que, consideraban, no ofrecía respuestas adecuadas a las nuevos planteamientos y nuevos retos de la moderna sociedad de principios del siglo XX.

El futurismo, fundado en Italia por Filippo Tommaso Marinetti en torno a 1909, fue el primero en redactar un manifiesto (texto fundacional de un grupo, artístico o no, con carácter de declaración de intenciones y definitorio del mismo), algo característico de estos movimientos de vanguardia que se presentaban de este modo rechazando el arte que les había precedido y ofreciendo fórmulas estéticas consideradas novedosas y originales.
Defiende un arte anticlasicista orientado al futuro, que acogiese el dinamismo, el movimiento y la velocidad de la técnica moderna junto a la vitalidad de la sociedad masificada de las grandes ciudades.


Declaremos que el esplendor del mundo se ha enriquecido con una belleza nueva; la belleza de la velocidad. Un automóvil de carreras..., un automóvil rugiente, que parece correr sobre una estela de metralla, es más hermoso que la Victoria de Samotracia.
La estética futurista difundió también una ética de raíz machista y provocadora, amante del deporte y de la guerra, de la violencia y del peligro, y fue politizándose cada vez más hasta coincidir con las tesis del fascismo, en cuyo partido ingresó Marinetti en 1919. En su manifiesto hay un punto que dice:


Queremos glorificar la guerra, única higiene del mundo, el militarismo, el patriotismo y el gesto destructor de los anarquistas, las bellas ideas que matan y el desprecio a la mujer.
El ruido es reivindicado como la música del futuro, el arco y la flecha son uno de sus elementos característicos y defienden la guerra como medio. La I Guerra Mundial se recibe con entusiasmo por los futuristas que confían en que una destrucción total permita construir desde cero la nueva cultura occidental. Muchos de ellos se alistaron de forma voluntaria pero la guerra supondría al final del grupo: Boccioni y Sant' Elia mueren y Russolo queda inválido durante años.

Cubismo

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